martes, 19 de abril de 2016


Manifiesto Olímpicos

Sublime, el mayor de los deseos. ¿Cuántos no quisieran alcanzar la inmensidad del reconocimiento, la infinita gloria, la inmortalidad? Bañarse en oro, ser los primeros, ser recordados por siempre como los mejores, los únicos, aquellos corazones inalcanzables que jamás retrocedieron ante la adversidad, la derrota o el fracaso. Pero son pocos quienes pese a las infinitas posibilidades de fallar, de perderse en el camino hacia sus metas, deciden persistir, dar un paso más, entregar el último aliento. La victoria verdadera solo se alcanza cuando todo miedo y contrariedad se deja atrás, porque la única forma de perseguir un sueño es apostando el todo por el todo


Por mucho tiempo hemos creído que tales cualidades son solo dignas de los héroes, de las leyendas, de las increíbles hazañas realizadas por aquellos que sólo la imaginación pudo dibujar.


Para nosotros no existe tal gloria, vivimos soñando lo imposible, la grandeza no nos corresponde, vivimos imaginando cada noche lo mejor, y nada más, en eso se quedan nuestros sueños, en un deseo de fortuna latente, reprimido por nuestra conciencia y realidad. No hemos sabido cómo construir sobre esos anhelos, convencidos de no ser lo suficientemente ‘héroes o campeones’. Y frente a cualquier riesgo de desilusión, hemos preferimos conformarnos:  dar solo lo que toca y nada más.

Gloria,como la de los héroes o campeones, para nosotros no existe, ni existirá tal fortuna.  Somos uno más, un número. Criados para cumplir una labor, desempeñar un papel en la inmensa obra de la vida, que jamás será protagónico, y jamás será recordado por nadie. Que nuestras hazañas no  trascenderán en el tiempo y nuestras acciones no transformarán la historia. Jamás podríamos bañarnos en oro.


¿o si?


¿Acaso no es digno de reconocimiento quien salva una vida? o ¿Quién lleva una carta? ¿No merece grabar su nombre en el tiempo el profesor, el artista, el carpintero, el conductor o el cocinero? ¿No merece ser recordado quien da diez mil pasos al día para llegar a su destino, o quien planta un árbol? ¿No merece el mayor de los honores la madre que vela día y noche por sus hijos? O el padre que protege a su familia? Al final, si te das cuenta, todos somos héroes, porque es gracias a cada uno de nosotros, que el mundo sigue en pie, que existe una esperanza.


Cómo podemos pensar que los premios, los trofeos, las medallas y los grandes reconocimientos son solo para los héroes, para personas de gran importancia, celebridades, deportistas del más alto nivel, o campeones; y no estar conscientes de que nosotros somos uno de esos grandes en los esquemas de nuestra vida. ¿En qué momento aprendimos que solo unos pocos, solo los especiales, aquellos con habilidades extraordinarias y dones poco comunes obtienen esos reconocimientos? ¿Quién nos enseñó a delimitar ese grupo y excluirlos de los ‘afortunado’?  Olvidamos que al igual que aquellos campeones que tanta admiración nos producen, dentro de nosotros también hay un luchador, cuyos méritos pueden ser igual de sorprendentes. Solo hace falta aprender a retarse todos los días para descubrir el potencial que llevamos dentro. Sumar pequeñas victorias para formar una vida victoriosa.


y tú, cuándo vas a empezar a vivir como un campeón? ¿Cuándo vas a empezar a vivir la vida olímpicamente?