lunes, 3 de octubre de 2016

Para la Señora G

Señora  G, el día de hoy, después de tanto tiempo, ha llegado el momento de decir adiós.  Más de 50 años fuimos compañeros, y aunque el dolor se encargó de teñir cada una de nuestras mañanas, jamás, hasta este día, entendimos realmente el daño que produce nuestra cercanía. Sé bien que durante Todo este tiempo hilamos a nuestro alrededor fuertes lazos de ira, rencor y venganza, plantamos en estás grandes tierras miles de semillas infectadas que no hicieron más que generar oscuridad, tristeza y desconfianza. Pero hoy, pese a la historia que construimos juntos, he decidido con total certeza, cerrarte la puerta, y abrir mi corazón a nuevas oportunidades que seguramente me traerán amor, alegría, tranquilidad y paz. 

Se define a la historia como el estudio de las huellas que los seres humanos hemos dejado en todo tiempo pasado, y al mirar hacia atrás, no veo más que destrucción en el camino que hasta hoy recorrimos juntos. Es por eso que hoy, he llenado mi espíritu de valentía para decir que ha llegado el momento de dejarnos. 

Todo aquello que desconocemos produce miedo, angustia, incluso desesperación, pero en ocasiones, es necesario enfrentar tales sentimientos con la esperanza de que al vencerlos, encontremos una recompensa sublime, soñada, hermosa. 

Si te preocupa la separación de nuestros bienes, pierde cuidado, puedes llevártelo todo. Llévate las incontables lágrimas que derramé al ver como cubrías con tu manto nuestros corazones, llévate los gritos, llévate el dolor, no lo quiero. Llévate, por favor, tu mentira, tu arrogancia, tu maldad, llévatela, porque no hizo más que construir de una manera inmensa, pena, desconsuelo y amargura. 

Solo pido que me dejes una cosa, sencilla y fácil de dar, memoria. Memoria para nunca más dejar que te acerques a mi, memoria para recordar a diario que en ti no hay nada bueno, memoria para aprender y enseñar lo que eres y lo que causas. 

Hoy daré mi primer paso en dirección contraria a la que llevas, dejaré nuevas huellas, escribiré otra historia, y aunque me cueste, trabajaré  a diario por reparar todo aquello que destruiste. 

Adiós señora G.

miércoles, 31 de agosto de 2016

Existe una gran posibilidad de que jamás llegues a enterarte de esto, de que lo escrito en estas líneas no sobrepase la condición de un profundo deseo, de un anhelo inalcanzable, de algo parecido a una ilusión grabada sobre supuestos, de caprichos que encuentran su fuerza en un quizás, en posibilidades construidas por mi mente, pero lejanas, muy lejanas de la realidad.

Nunca, hasta el día en que te conocí, sentí aquello que los locos llaman amor a primera vista. No es que te ame, y en ello debo ser enfático, considero a esa expresión errada, puesto que el amor requiere de muchas más sensaciones y construcciones; pero antes de ti, no conocí a nadie que  tan solo con mirarme me quitara el aliento, que lograra congelar mi cuerpo, hacerlo temblar.

Jamás conocí a nadie que despertara tanto mis sentidos y atrajera mis miradas. Jamás conocí a nadie que se adentrara tanto en mis pensamientos y se aferrara a mis ideas; la verdad es que es inútil sacarte de mi cabeza, te pienso constantemente,  ideo a cada instante situaciones que quisiera vivir junto a ti, pero son solo eso; castillos que se construyen sin ninguna base ni fundamento, castillos frágiles, estériles, inocuos, efímeros, castillos que el más mínimo roce derrumba.


Nada me es más difícil que quererte en silencio, nada resulta más arduo que ocultar mis sentimientos, silenciarlos, esconderlos. Fingir día tras día indiferencia, fingir serenidad. Actuar, engañarte pretendiendo no sentir lo que siento, engañarme al repetirme una y otra vez que no vale la pena. Contener en mi corazón y mi cuerpo todo ello que haces que brote de mi. Pero debo hacerlo, debo hacerlo porque es lo correcto, porque es lo adecuado, porque mis oportunidades son nulas, lo sé. Debo hacerlo porque solo así podré mantenerte cerca, y aunque no tengo seguridad de que sea lo mejor, e incluso llegue a pensar que es un propósito absurdo, debo hacerlo porque espero que algún día pueda romper el muro que me impide gritarte lo que siento, tomarte de la mano y caminar a tu lado. 

viernes, 26 de agosto de 2016

Yo jamás he escuchado el sonido de las armas, los gritos de quienes corren para no ser alcanzados por las balas, jamás he visto ante mis pies ríos de sangre, hoyos en las paredes de casas hechas con cartón, latas, y sogas. Yo jamás he sentido el horror de ver campos cubiertos con cuerpos sin vida, no conozco el frío que produce la cercanía de la muerte, no tengo idea del dolor que causa ver morir a un ser amado por la acción de los fusiles que se han disparado en estas tierras; y aun así, siendo ajeno a estas, y a muchas otras cuestiones del mismo tipo, siento un gran dolor por todos aquellos que han debido soportar la crueldad de la guerra, y una profunda alegría al pensar que finalmente, después de tantos años, se presenta una oportunidad de paz.

Dijo algún día el mayor escritor de este país, Gabriel García Márquez, “la vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir” y está oportunidad, tal vez sea la más grande que se nos presenta a las generaciones que nacimos en el seno de la guerra, del dolor, de la muerte, el llanto, la desolación, la desesperación y la inmensa tristeza. Se presenta por primera vez en décadas, una oportunidad real de transformar la historia de nuestro pueblo, la oportunidad de escribir nuevas páginas en nuestro presente y futuro que no estén acompañadas con las incontables lagrimas que se han derramado. Nosotros, los hijos de la guerra, tenemos hoy la oportunidad de alterar nuestro destino, de desfigurar nuestro presente, y de construirlo bajo las bases de la paz. Tenemos hoy, la responsabilidad de dejar a las generaciones venideras un mundo distinto, un país distinto. Todo ser humano es hijo de su tiempo, autor de él, y tiene como obligación dejar a quienes llegan un mundo mejor del que lo recibió al nacer.


Los invito entonces a tomar esta hermosa oportunidad, a no ser ajenos ante el dolor de quienes, como suele decirse, han visto a la muerte a los ojos, los invito a dejar de lado el odio y la rabia, a ser humildes, amorosos y sencillos, a dejar de lado la soberbia, los sentimientos de venganza, a dar el primer paso en la construcción de una nación más pacífica, igualitaria, democrática y amorosa, espero, y anhelo con todo mi corazón, que por primera vez en tanto tiempo, suenen más las risas que los tiros, que los abrazos sean por alegría y no por dolor, que juntos, todos, tomemos las riendas de nuestro tiempo y lo fabriquemos lo más parecido posible a lo que en algún momento hemos soñado.    

lunes, 1 de agosto de 2016

Siento de verdad una tristeza tan profunda. Yo sigo atado a la esperanza, pero la razón me dice que no debo, que finalmente eso que sueño no se hará realidad, que al final de todo, lo nuestro, tu y yo, no será el camino que elijas seguir. Siempre me cuestioné y te cuestioné por qué si decías que yo soy lo más lindo que le ha pasado a tu vida,  la decisión fue no seguir caminando, y en el fondo, la respuesta siempre la tuve: porque existen cosas del corazón que la razón no entiende. Y aún así, sabiendo eso, siempre creí que podríamos esforzarnos, que podríamos cambiar, que podríamos transformar todo en nuestras vidas para dejar que esto que ha sido tan importante para los dos siguiera floreciendo. Tristemente no fue así, tristemente no logramos salvar la enorme magia que nacía cada vez que nos mirábamos, que hablábamos, que nos besábamos, o hacíamos el amor. Tristemente las circunstancias fueron más fuertes, o tal vez, simplemente nunca tomamos la decisión real de enfrentarlas sin importar el riesgo, las grandes cosas de la vida requieren del mayor esfuerzo y sacrificio, y aunque lo hubo, no fue suficiente, y ahora este lindo barco en el que pretendimos navegar el inmenso mar de la vida, se ve reducido por las grandes olas de esta tormenta.

En las noches que paso en vela, mientras cierro los ojos, pido siempre despertarme, siempre guardo la ilusión de darme cuenta que estuve dormido y que todo fue sólo un mal sueño, pero los golpes que me doy contra la pared, el correr de los minutos en mi reloj, la primera luz que se asoma por mi ventana siempre después de las 5:15 parecen tan reales. Me doy la vuelta, miro tu frase escrita a mi lado, miro tus fotos, leo tu carta, abrazo nuestra cobija, el helicóptero, el carro, nuestros libros; leo las primeras páginas e imagino tu voz diciendo--¿te gustó?—tu pelo, tu risa, tu cuerpo, imagino que te hago el amor, que te muerdo, te masturbo, te penetro, te acaricio, te huelo, te siento junto a mí,  nos venimos y gritamos, imagino el éxtasis del roce de tu piel y la mía, y vuelvo a perderme en la idea de que estoy soñando, de que toda esa tristeza es mentira, de que pronto despertaré; pero no, la realidad es tan certera que me cachetea, me tira al piso, me patea, me golpea y me siento tan indefenso. Trato de pararme y antes de apoyar el primer pie me encuentro de nuevo en el suelo.

Siempre admiraré quien eres, con tus aciertos y errores, defectos y virtudes. Siempre he pensado que mi amor se hizo tan grande por el amor a tus virtudes, pero sobre todo, porque me enamore de tus defectos, amar las cosas buenas de las personas es fácil, cualquiera puede hacerlo, amar sus defectos, es un acto profundamente esencial, y yo lo hice, me enamoré de ellos, y al mismo tiempo, siempre pretendí mostrártelos, para que siguieras creciendo como ser humano y formando ese hermoso ser que eres.

Ahora, solo basta decir adiós, con lágrimas en los ojos, el corazón arrugado y un nudo tan absurdo en la garganta que hasta el aire encuentra dificultad para pasar. Tal vez jamás logre entender todas las razones que te llevaron a esto, que nos llevaron a esto, pero si son por tu bien, si crees encontrar en ellas la felicidad, lo único que puedo decir es que no existe proyecto más lógico y seguro, mi felicidad la até a ti hace mucho, y con certeza hoy sé, que si tu eres feliz, yo lo seré.

Quisiera tanto que caminaras a mi lado, quisiera tanto que vinieras a mí y me dijeras, no nos dejemos, no te vayas, no me voy, amémonos, sé muy bien que mi felicidad está junto a ti ahora, en mi nueva vida, en mis nuevos círculos, sé muy bien que eres mi presente y futuro, y no quiero recordarte como mi pasado, quisiera tanto eso, tanto. Pero de nuevo la razón me dice que así no será.


Ojalá  algún día vuelvas y me lleves a volar de nuevo, ojalá algún día me demuestres que la palabra adiós que puse arriba, fue estúpida, porque estos caminos jamás se separarán. Te mando, ganas, amor, sabiduría, luz, paz, risas, tranquilidad, paciencia,  constancia, disciplina, salud, te mando todo lo bueno que pueda existir en este mundo. 
Hoy, después de algún tiempo en el que la incertidumbre acerca de los dos invadió mi pensamiento, descubrí, no sin antes reflexionar durante largos días, que por más amor que sienta hacia ti, todo eso que un día me llenó de ilusión, no puede ser, no será.

 No se trata, como dicen algunos, de que no estemos hechos el uno para el otro, sabes bien que no creo en la predestinación del amor, y que pienso, más bien,  que tal sensación  es una decisión consciente, que existe gracias al esfuerzo que hacen las personas por permanecer junto a otras; no me malentiendas, no quiero decir con esto que no crea en el amor, quiero decir, que cuando existe un sentimiento entre dos personas, son ellas quienes deciden por medio de su esfuerzo y compromiso mutuo, convertirlo en ello que ha inspirado tantas obras hermosas en la historia humana.

La razón por la que comprendí que mantener viva la esperanza es inútil, escapa, sin duda alguna, a la idea absurda de que existe para cada quien una media naranja, un alma gemela. Creí durante mucho tiempo en tales fantasías, llegué incluso a pensar—y lo sabes bien—que  tú eras esa otra parte de mi, y que había encontrado aquello que muchos pasan la vida buscando y otros mueren sin encontrar. Pero algo que sé con certeza ahora, es que el tiempo es el mejor maestro en las cuestiones del corazón.

Soñé tantas veces con volver a tu lado, pero ya ves, no todo lo que se sueña se hace realidad. Y todos tenemos la obligación de ver, así sea tarde, que hay caminos que no conducen a ningún lugar, que hay caminos que nos hacen volver a donde empezamos, y que, al final, se convierten en prisiones que llamamos ilusiones y anhelos. En esa prisión estaba yo, deseando día a día que algo cambiara, deseando despertar de una mala noche, repitiéndome, cada vez que podía, que algo sería distinto la mañana siguiente, y ver eso no me gustó.

No siento que haya nacido para estar encadenado a  promesas que se desvanecen fácilmente, y no quiero navegar solo este mar para hundirme finalmente. Es esta la razón por la que hoy decidí abrir mi corazón y dejar que cada sentimiento y esperanza que aún conservaba, partiera lejos de mí. Debo hacerlo, de lo contrario seguiré esperando cosas que sabía que no pasarían, pero quería creer que sí. tal vez pensé en algún momento, que como afirman algunos, el poder de la mente es infinito, y que si lo deseaba lo suficiente, podría hacerse realidad. Tengo que seguir adelante, transformar mi vida, y volver a encontrar a la persona de la que te enamoraste un día, porque tengo la certeza, de que el tiempo que estuve en esa prisión, hizo que se ocultaran miles de cosas que antes me definieron.

Siempre recordaré con mucho cariño cada una de las historias que nos unen, incluso aquellas que hicieron brotar lágrimas de nuestros ojos. Nada, jamás, me hará creer que lo que vivimos no fue hermoso y verdadero, pero nada es eterno, y cuando las cosas se acaban la vida da dos opciones, continuar, o quedarse, yo escojo la primera.


Con el mayor afecto posible, te deseo lo mejor.  

miércoles, 1 de junio de 2016

Para mi querido hermano menor.

Dicen que en el mundo todo cambia, que nada dura para siempre, que nada es seguro, pero no, yo no lo creo, yo difiero, yo pienso que hay cosas que pueden permanecer en el tiempo, que perduran, que jamás terminan. Como los pensamientos que nos despiertan las grandes melodías, los atardeceres junto al mar, las noches estrelladas, el hermoso amanecer que tiñe con un sinfín de colores el profundo e inalcanzable cielo y nos llena de nostalgia, como el amor a los padres e hijos, como el jubilo que despierta en nuestros corazones la alegría de los seres amados, como las sonrisas que brotan de nuestros rostros al recordar la niñez; La niñez, algo  recordaré siempre de la mía, serán las palabras de mis padres diciéndome que siempre, bajo cualquier circunstancia, lo único que tendría sin duda alguna sería a mi hermano, mi más grande compañía, mi mejor amigo. Pienso que eso es algo que durará por siempre.
La vida pasa tan pronto que parece un cuento escrito en unas pocas páginas. Basta con mirar atrás para entender que el tiempo no alcanza, que quisiéramos hacer más, vivir más; que la niñez fue muy corta, nos hizo falta un último juego,  nos hizo falta tiempo para soñar, para imaginar el futuro, dejamos de usar las ollas como cascos, las almohadas y sábanas como materiales para construir casas,  dejamos de reírnos de chistes tontos, de tener el valor necesario para disfrazarnos de caballeros y abordar extraordinarios mundos medievales, o de astronautas, y navegar por el inmenso universo. Seguramente todos hemos soñado con detener el tiempo para poder perpetuar aquellos momentos en los que nos sentimos realmente felices.   
De un momento a otro nos hicimos grandes, escogimos profesiones, olvidamos la magia que tiene una hoja en blanco, dejamos de sorprendernos con cosas sencillas, nos enamoramos; el jardín, el colegio, la universidad, todo pasa tan deprisa. Seguramente en poco tiempo seremos  viejos, habremos formado una familia, habremos caminado por la vida sin notar en qué momento llegamos tan lejos.
Y ahí estaremos, recordando sus palabras, porque son ciertas, porque no cambian. Somos los dos, hermanos, mejores amigos, compañeros, el uno para  el otro en las buenas y en las malas, como siempre ha sido. El regalo más grande que me ha dado la vida es el de poder llamarte hermano, y haber podido compartir contigo lo mucho o poco que ha pasado hasta ahora. Me siento orgulloso de ti y feliz por tu felicidad. Me emociona saber que hoy das el primer paso en una travesía que hasta ahora empieza, pero que con seguridad será magnífica y gratificante, porque tienes todo lo que se necesita para construirla de esa forma, sin importar lo que se interponga, sé que conseguirás cosas enormes, porque naciste para ellas.

Y si algo llega a salir mal, ahí estaré yo, siempre, sin importar nada, para darte un abrazo, un consejo, para ayudar en todo lo que me sea posible. Hay quienes dicen que todo cambia, que nada dura para siempre, pero se equivocan, porque algunas cosas son eternas, como el honor  que me produce poder decirte hermano mío.   

miércoles, 25 de mayo de 2016

Debo decir que:

Que me desnuden tus manos,
Que me miren tus ojos,
Que me besen tus labios,
Que me nombre tu voz,
Que me sienta tu piel,
Que mi cuerpo se intoxique con tu aroma y me arrulle tu respiración.
Debo confesarlo,
soy de aquellos que aún creen en ese amor que quema y enferma,
aquel amor que transforma todo lo que toca.
Considero cobarde a todo aquel que prefiere no amar para no perder, para no llorar, para no sufrir,
Considero estúpido a quien calcula el resultado en el amor, y reprime todo deseo espontáneo, todo instinto.
Aquel que prefiere mantener los pies en el suelo en vez de volar, ha olvidado que los más bellos paisajes se observan desde las alturas, subiendo, hasta las nubes, y de ser necesario, más arriba.

martes, 19 de abril de 2016


Manifiesto Olímpicos

Sublime, el mayor de los deseos. ¿Cuántos no quisieran alcanzar la inmensidad del reconocimiento, la infinita gloria, la inmortalidad? Bañarse en oro, ser los primeros, ser recordados por siempre como los mejores, los únicos, aquellos corazones inalcanzables que jamás retrocedieron ante la adversidad, la derrota o el fracaso. Pero son pocos quienes pese a las infinitas posibilidades de fallar, de perderse en el camino hacia sus metas, deciden persistir, dar un paso más, entregar el último aliento. La victoria verdadera solo se alcanza cuando todo miedo y contrariedad se deja atrás, porque la única forma de perseguir un sueño es apostando el todo por el todo


Por mucho tiempo hemos creído que tales cualidades son solo dignas de los héroes, de las leyendas, de las increíbles hazañas realizadas por aquellos que sólo la imaginación pudo dibujar.


Para nosotros no existe tal gloria, vivimos soñando lo imposible, la grandeza no nos corresponde, vivimos imaginando cada noche lo mejor, y nada más, en eso se quedan nuestros sueños, en un deseo de fortuna latente, reprimido por nuestra conciencia y realidad. No hemos sabido cómo construir sobre esos anhelos, convencidos de no ser lo suficientemente ‘héroes o campeones’. Y frente a cualquier riesgo de desilusión, hemos preferimos conformarnos:  dar solo lo que toca y nada más.

Gloria,como la de los héroes o campeones, para nosotros no existe, ni existirá tal fortuna.  Somos uno más, un número. Criados para cumplir una labor, desempeñar un papel en la inmensa obra de la vida, que jamás será protagónico, y jamás será recordado por nadie. Que nuestras hazañas no  trascenderán en el tiempo y nuestras acciones no transformarán la historia. Jamás podríamos bañarnos en oro.


¿o si?


¿Acaso no es digno de reconocimiento quien salva una vida? o ¿Quién lleva una carta? ¿No merece grabar su nombre en el tiempo el profesor, el artista, el carpintero, el conductor o el cocinero? ¿No merece ser recordado quien da diez mil pasos al día para llegar a su destino, o quien planta un árbol? ¿No merece el mayor de los honores la madre que vela día y noche por sus hijos? O el padre que protege a su familia? Al final, si te das cuenta, todos somos héroes, porque es gracias a cada uno de nosotros, que el mundo sigue en pie, que existe una esperanza.


Cómo podemos pensar que los premios, los trofeos, las medallas y los grandes reconocimientos son solo para los héroes, para personas de gran importancia, celebridades, deportistas del más alto nivel, o campeones; y no estar conscientes de que nosotros somos uno de esos grandes en los esquemas de nuestra vida. ¿En qué momento aprendimos que solo unos pocos, solo los especiales, aquellos con habilidades extraordinarias y dones poco comunes obtienen esos reconocimientos? ¿Quién nos enseñó a delimitar ese grupo y excluirlos de los ‘afortunado’?  Olvidamos que al igual que aquellos campeones que tanta admiración nos producen, dentro de nosotros también hay un luchador, cuyos méritos pueden ser igual de sorprendentes. Solo hace falta aprender a retarse todos los días para descubrir el potencial que llevamos dentro. Sumar pequeñas victorias para formar una vida victoriosa.


y tú, cuándo vas a empezar a vivir como un campeón? ¿Cuándo vas a empezar a vivir la vida olímpicamente?

domingo, 28 de febrero de 2016

Las grandes cosas que la humanidad ha visto no han sido realizadas por personas que han retrocedido, que han cedido ante la adversidad, que se han rendido.

A la luna, no ha llegado quien no ha vencido antes obstáculos impensables. Los grandes imperios fueron construidos por seres ambiciosos y constantes, dedicados, apasionados; las pirámides, solo pudieron ser concebidas en las mentes de enormes e incansables soñadores; Gengis Can, jamás retrocedió, y su huella en el tiempo es imborrable; Alejandro, a pesar de su corta edad, hizo que su nombre fuera conocido desde gracia hasta la india; Julio Cesar, hizo de roma el lugar en que todos los caminos terminan; la mayor construcción en honor al amor, sólo pudo ser realizada por un gran enamorado; hubo quien llevo  la independencia a las naciones empuñando las armas, y quien lo hizo promoviendo la paz, los dos buscaban un futuro mejor; la igualdad racial no se consiguió sin pelear antes miles de batallas; Muhammad Alí, el mejor de todos los tiempos, logró su reconocimiento usando un estilo que transgredía lo tradicional; la igualdad sexual no la consiguieron mujeres que se inclinaron ante la opresión... Los cambios, han sido el producto de seres que no bajan la cabeza, que sueñan, que anhelan, que se disponen a dar todo para conseguir sus metas, la constancia y disciplina han sido cualidades afines a todos ellos. Tu puedes cambiar el mundo, cambiar tu vida, construir tu historia. Adelante, ¿qué esperas?

miércoles, 24 de febrero de 2016


El día que entré a un cine porno

¡Espera! Le dije como si lo que estábamos por hacer fuera a poner en riesgo nuestras vidas. ¿Estás segura de que deseas hacer esto? Aún podemos dar la vuelta y pensar en otras opciones.

Mientras esperaba su respuesta, dos hombres de edad avanzada con trajes de paño que daban evidencia  del largo uso al que habían sido expuestos, pasaron junto a mí tratando de ocultar sus rostros e hicieron algún comentario que no escuché, o que, francamente, fingí no haberlo hecho.

Me parece algo muy extraño, pero definitivamente quiero saber cómo es, entremos, dijo ella.

Ingresamos al lugar un poco dubitativos, expectantes, desconfiados, por todo lado era posible ver cuadros que representan imágenes sexuales, mujeres en posiciones tentadoras y llamativas. Aquel que conozca bien la risa nerviosa que brota de las personas en momentos poco cómodos, sabrá exactamente de qué manera nos mirábamos y sonreíamos. Nos dirigimos al fondo del pasillo, lugar donde se encuentra la taquilla, preguntamos por la siguiente función y pagamos dos boletas, caminamos hacia la sala en la cual se proyectaría la función y entramos.

¿Han hecho el ejercicio de imaginar una sala de cine y cada una de las cosas que la compone? ¿Recuerdan las pantallas grandes que permiten una excelente imagen, acompañadas de un gran sonido, el suculento olor a palomitas de maíz bañadas en mantequilla, los perros calientes, los dulces, las gaseosas, los nachos que se untan en el exquisito queso derretido; la tranquilidad de poder sentarse en una silla limpia y cómoda, y la seguridad de sentarse junto a alguien desconocido?

Todo, y me permito enfatizar en ello, absolutamente todo en este lugar, resultaba la antítesis de lo anterior, la contradicción más profunda. Recordé incluso aquellas noticias que publicaban los periódicos amarillistas acerca de las agujas infectadas de sida que ponían algunas personas en las salas de cine xxx, razón por la cual, preferimos hacernos hacia un costado de la sala y permanecer de pie.

No duramos mucho tiempo en la función, las imágenes que empezamos a ver, no precisamente en la pantalla de la sala, sino en las sillas hacia las que se dirigían ahora nuestras miradas y pensamientos, nos hicieron tomar la decisión de salir de allí.
Los dos hombres que habían entrado al teatro poco antes que nosotros, empezaron a masturbarse mutuamente mientras se besaban. Arriba, una mujer que se encontraba acompañada, se arrodillo y empezó a darle sexo oral a su compañero; yo, por mi parte, quise disimular un poco la inexperiencia y sin pedir permiso toqué la cola de mi amiga y la besé.

¿Qué haces? Preguntó, un poco exaltada y molesta.

Me camuflo, le dije. Parece que la están pasando bien. Nos reímos y seguimos besándonos. Aprovecho la oportunidad para decir que siempre había querido besarla y curiosamente, la situación y el lugar, me permitieron hacerlo.

Mientras la función continuaba, lo que sucedía ante nuestros ojos fue siendo cada vez menos soportable. Los nervios, el miedo, y lo impactantes que resultaban las imágenes que veíamos, superaron por mucho la valentía que con tanto esfuerzo habíamos reunido para entrar. Nos fuimos de ahí.   


Ya afuera dejamos que la tranquilidad nos invadiera, y como si nuestra experiencia se hubiese dado en una función de humor, empezamos a reírnos sin pausa. Unos minutos después tomamos un taxi y nos alejamos de uno de los pocos teatros eróticos que aún sobreviven en Bogotá.
¿Han escuchado la expresión hazlo tu mismo? ¿Una corriente que durante los últimos años se ha encargado de incitar a las personas a tomar las riendas de sus cosas y, en vez de cederlas a terceros, tratar de hacerlas personalmente? En mi caso, esto se llama, repáralo tú mismo. 

El sábado, mientras esperaba pacientemente un bus que me llevara a casa, noté que el botón de bloqueo de mi iPod, ese dispositivo que tantos de nosotros usamos para almacenar y reproducir el hermoso sonido de las canciones que nos ponen los pelos de punta, nos entristecen, nos transportan, nos recuerdan momentos felices, o que simplemente usamos para pasar la moncha, hacer el pogo, conquistar a una niña y hasta agredir, había dejado de funcionar.

Como todo buen colombiano criado en el seno de una familia que llegó a la sabana bogotana hace ya varias generaciones procedente del campo, lo primero que hice fue soltar un putazo, desahogar mi frustración y enojo, ofender con todo mi repertorio léxico a la multinacional Apple, a los ingenieros y diseñadores que trabajaron en su producción, a la tienda iShop y hasta a la cajera que hace unos años me vendió el dispositivo asegurándome que saldría excelente y que solo por alguna extraña y muy poco probable razón se dañaría. Definitivamente esta no era una de esas poco probables razones, pensé, y terminé culpando a la mala calidad con la que fabrican las cosas en este nuevo siglo. La tusa del iPod. Lo guardé en mi bolsillo con la intención de intentarlo nuevamente más tarde —es absurdo, e incluso estúpido pensar que por arte de magia, o intervención de la providencia, después de que pasen unos minutos, las cosas dañadas van a estar andando a la perfección— pero no  funcionó.
Ya en casa, una gran idea acompañada de la intención desesperada de “hacerle la trampa al centavo” llegó a mi cabeza.

¡Lo arreglaré yo mismo! no debe ser tan difícil, me dije. Además, por estos tiempos, todo resulta tan caro que cualquier acción encaminada a ahorrar dinero, parece heroica, caballeresca, digna de los más altos honores. Prendí el computador, abrí la ventana de Youtube y escribí: cómo reparar el botón de bloqueo de un iPod nano de sexta generación; enter. Ante mis ojos aparecieron incontables videos acerca del tema, abrí el primero de ellos, duraba cinco minutos, la voz de quien hacía el video se escuchaba perfectamente y contaba con buenos comentarios.

¡Ja! Pan comido, me dije. Si él lo arregla en 5 minutos, yo me demoraré 20 o 30 cuando mucho, y sin pagar un solo peso. Alguien debería pedirle a quienes hacen ese tipo de tutoriales, que al inicio de sus videos pusieran una advertencia que dijera: Si no tiene experiencia en los procedimientos técnicos que se requieren para lo que se hará a continuación, no sea huevón, llévelo donde un experto.

El resultado fue un completo desastre. El primer paso en el video era tomar un secador de cabello y dirigir su aire caliente hacia el iPod con el fin de aflojar el pegante que sostiene la pantalla y desprenderla. Lo hice, mi pantalla se rompió. No es tan grave, pensé, queriendo convencerme a mí mismo de que después de arreglado el botón, la pantalla rota sería solo una pequeña molestia. El segundo paso era quitar unos tornillos, la única parte del video que resultó realmente sencilla. El tercer paso, desprender una pieza de metal; el cuarto paso, sacar la  batería —el  hombre del video lo hizo en 5 segundos, yo tardé varios minutos— el quinto paso era desprender unos plásticos que cubrían más tornillos, quitar los tornillos, acceder al lugar donde los botones hacen contacto con los circuitos, sacar el botón, agregar un pedazo de alambre y pegarlo de nuevo, poner los tornillos, recubrir  con los plásticos, poner la batería, poner la pieza de metal, insertar más tornillos…alto. En este punto me di cuenta que en algún momento una pequeña pieza inexistente en el video, se encontraba fuera de su sitio, ¿qué sitio? Ni puta idea.


Conclusión: Rearme el iPod ignorando esa pequeña parte que parecía insignificante. No conseguí absolutamente nada, el botón seguía dañado, y ahora, los botones de volumen tampoco funcionaban. Que mal rato el que pasé, los insultos en este caso fueron para mi. Ahora, con seguridad, si el iPod tiene arreglo, va a costar mucho más que al principio, gracias Fabián.